Terrible escena de celos protagonizó el día de ayer la primera dama, Angélica Rivera, tras de que el presidente Enrique Peña Nieto le hablara sobre la posibilidad de insistir en la invitación a Hillary Clinton para que acuda a México.
“Debo insistirle, mi vida”, dijo el presidente. “Es para cuidar mi imagen”. Este hábil reportero estaba en una ventana, tras de un arbusto, en los jardines de la residencia oficial de Los Pinos, escuchando toda la plática.
La respuesta de Rivera fue inesperada, y la reproducimos íntegra:
«A ver, Enrique. ¿De qué se trata todo esto? ¿Crees que no he oído de la visita del tal Trump ese, que le diste las… las…? No, no voy a decir que ‘nalgas’; soy una mujer decente, ¡pero claro que tengo que oír todo lo que dicen! Y si esa ya te dijo que no quiere venir, ¿por qué andas tan insistente, Enrique? ¡Como si no supiera! ¡Para mí que te gusta! La amas, ¿no es cierto? ¡No te atrevas a negármelo, Enrique!».
El presidente sólo alcanzaba a balbucear, pues al parecer no tenía respuesta. Y lo siguiente que dijo su esposa, al parecer, lo desarmó.
“Tú me prometiste que me serías fiel hasta el final, y no quiero pensar que eres de ese tipo de hombres que nomás hace promesas por quedar bien, y luego se olvida de todo. Tú no eres de esos, ¿verdad? Dime, ¿tú si cumples tus promesas…?”
De pronto, unos agentes del Estado Mayor me descubrieron, me madrearon y me sacaron a patadas de Los Pinos. Desafortunadamente, jamás sabremos la respuesta a la inquietante pregunta formulada por la primera dama: ¿¿Enrique Peña Nieto cumple sus promesas?? Tal vez el mundo nunca lo sabrá.