Como una grave crisis de derechos humanos calificó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la ratificación por parte del Vaticano de la pena de muerte. El estado eclesiástico votó de manera unánime por mantener las ejecuciones de sus reos.
“Vivimos en una era progresista, en la que los castigos para los criminales no pueden ni deben incluir a la pena de muerte”, señaló el príncipe Zeid Ra’ad Al Hussein, de Jordania, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
El papa Francisco, por su parte, respondió que las ejecuciones y métodos de tortura que utiliza cotidianamente el Vaticano están estrictamente apegados al derecho eclesiástico: “Un hereje es un hereje aquí y en China”.
Se estima que el estado Vaticano ejecuta un promedio de 70 prisioneros semestralmente. Los métodos de ejecución más utilizados por la iglesia son la hoguera, la horca, el garrote vil, la gota china, el taburete sumergible, la doncella de hierro, el toro de Falaris, la cuna de Judas, el cinturón de san Erasmo, el empalamiento, la crucifixión y el desmembramiento por caballos.
La última vez que hubo un intento por suprimir la pena de muerte en el Vaticano, fue en 1978, con el papa Juan Pablo I, quien fue procesado por dicho intento. El Gran Inquisidor sería después su sucesor en el trono de san Pedro.
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